domingo, 20 de abril de 2014

Homenaje pascual a los pobres


HOMENAJE PASCUAL A LOS POBRES

 

ZAPATERO

Cuando las suelas

de mis zapatos se agujerearon,

mi vecino me dijo

que por ahí cerca,

un buen remendón, sólo a la vuelta,

me daría solución

para mi pena.

 

Presta salí a buscarlo

y a cuadra y media

hallé una cortada

que atravesaba la mitad

de una calle.

Calzada con resabios

muy coloniales,

con pedazos de piedras,

que apisonadas,

permitían caminarla.

 

-¿Quién las pisó antes?,

les preguntaba,

admirada de ver

sus bordes desgastados

de larga data.

-Por aquí vinieron,

me respondieron,

sufridos cargadores

de las carretas.

 

Transpirando la

historia llegué

al letrero

que el tiempo había borrado

casi del todo,

pero, si con paciencia

se deletreaba,

sobre vieja madera,

aún se leía

“zapatero”, colgando

de una cadena.

 

Casi como robando

empujé las puertas,

apenas sostenidas

por unas cuerdas.

 

Adentro un hombre oscuro

estaba sentado

tras una vieja mesa

también oscura

cubierta de zapatos

de todo tipo.

Y el hombre en su cueva oscura,

con sus manazas,

ciertamente curtidas, amarronadas,

tomó con ojo experto

las suelas de mis zapatos agujereadas.

Venga mañana, dijo,

son treinta pesos.

 

Mientras yo ya me iba

Don Casimiro, trató

de colocarlos en un estante.

Y cuando se paraba pude observarle

que una pierna tenía

sólo colgada

y un bastón le ayudaba,

por equilibrio,

a mantenerse de pie

tras su mesada.

 

De reojo me vio

que le miraba

y una sonrisa yerta

se atravesaba

arriba del colmillo

del lado izquierdo.

 

Hay gente

que sobrevive,

me fui pensando,

detrás de muchas

penas, con gran esfuerzo

y aun pueden

sonreir

sin desazones,

aceptando la suerte

que les tocara.

 

Quizás él fue otro más

de aquellos cargadores

que gastaron su vida con la pobreza,

para llenar bolsillos de

ricachones.

Porque era trabajador

este Casimiro.

¡No pudo hacerse pobre

sin una causa!