No soy un triunfador.
No soy un triunfador
y sin embargo,
no soy un perdedor.
Puedo ver atardecer
con alegría,
sólo feliz por ver pasar
la vida.
Recordando los rojos doloridos
del ayer más lejano
y los que el presente
ha gestado también,
percibo con serenidad
que todo el mal habido,
sin herencia espartana,
me ha moldeado.
Se acrisoló mi adentro.
Y no es poesía
decir que he madurado.
Mi cuerpo como barco zarandeado
en la tormenta,
ha hecho agua repetidamente
y he visto, sin cesar, muy cerca,
el rostro de la muerte.
He sido muchas veces
humillado.
La envidia me ha cercado.
La maldad me ha castigado.
La desdicha me ha aguijoneado,
pero tras las nubes
disfruto
que estoy viva.
Y los rojos se diluyen
suavemente
en celestes que huyen
a los lilas.
Como las nomeolvides,
silvestres,
que crecen a la vera del camino,
así brota de mí,
no sólo la alegría...
es algo que ha teñido
lo profundo...es la sabiduría.
No me avergüenza decirlo.
Los años la han traído.
El qué dirán desliza imperceptible
por la senda de al lado.
Percibo las espinas,
pero me duelen menos.
Puedo llorar
sin desangrarme.
Puedo consolar
sin vanagloria
y no me aterroriza como antes
poder equivocarme.
Sólo camino hacia adelante,
sobre el rumbo del tiempo,
con un montón de flores
en los brazos,
que voy desparramando
con silencio.
Hermosa descripción del camino que todos recorremos, gracias por encontrar las palabras que mejor nos describen
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